miércoles, 31 de agosto de 2016

Cuánto tiempo


Juegos de agua en la Plaza de Felipe II

El reencuentro inesperado
tiene algo de nudo 
y desenlace,
de final al principio,
de párpado inquieto
y sonrisa prendida,
de palabra al revés,
y vertiginoso deseo 
a un tiempo
de abrazo y de huída.

sábado, 20 de agosto de 2016

Madrid, del ocaso al alba

(Pintura orquestada)






La sinfonía vespertina de la ciudad nunca callada
tiene por instrumentos 
caballos de humo 
y conversaciones veladas.
El tintineo de una llave inquieta,
el tacón que corre a una cita esperada,
el rozar del plástico sobre la acera, 
el cierre metálico de la jornada.

El contrapunto blanco del viento,
el compás de la mirada.

Pasear por el Madrid del ocaso 
es recorrer un caos inerte,
un bosque de piedras cantoras, 
un mapa de tiempos silentes.

Bajo la vidriera sagrada y parda 
de éste cielo de Velázquez,
el ruidoso cuadro se reinventa 
con prisa, sin pausa
paso a paso,
claxon a claxon,
pincelada a pincelada,
como un canon enigmático y decreciente 
que improvisaran mil almas.

Éste lienzo ahumado de avenidas anchas
que separan al norte del sur,
al director de la orquesta,
al transeúnte y la diosa.
Donde los retratos de los reyes
cuelgan de farolas mudas en el marco del aire,
bronceados de neón naranja.

(Cadenza)

Yo, más viajera que habitante,
vago errante y borracha de aceras
por los lomos de las cebras,
buscando ese rincón, 
aún desdibujado,
donde el centro esconde la quietud de la tarde.

II

En la noche primeriza 
la luna, como una viuda 
se tapa la cara 
en el velo gris y negro 
de las nubes sin agua.

El niño empuja una pelota de lata
y abre una grieta en el silencio de la plaza,
que preside un camarero de cartón piedra.

La plata de las cornisas 
sostiene un cielo ausente
mientras abajo, en la luz, 
los viejos dejan que los jóvenes 
les arranquen de las terrazas.
Y la vida, compás a compás, 
sigue matando ayeres 
con el stacatto del cambio, 
con recuerdos azules 
como espadas.

III

(Tocata y fuga)

Qué esfumato travieso improvisa la luna
tras los riscos del mercado del Ángel.
Qué inesperadas se desmayan 
las hojas muertas de los árboles
- alfombra intermitente de los mil tonos de gris 
que son los mil caminos de las ciudades.
Cómo madura la noche siempre iluminada.

Pronto llegará otra aurora
con altura de meseta y perfume crujiente.
Pronto se romperá este hechizo
de felino silencio ausente.

Hasta entonces, mil farmacias,
con sus cruces brillantes
parpadean,
como corazones dormidos
metrónomos,
la dichosa angustia de nuestras horas.

miércoles, 17 de agosto de 2016

El milenio ambiente


Castillo de Manzanares el Real


El milenio ambiente.
La antiquísima postal del presente.

Las revelaciones, por capítulos,
como siguiendo un compás secreto.
Y luego está la Historia,
ése breve resumen del Gran Sueño.

Oremos.
Que no les falte nunca
a los músicos la fe.

Pero recuerda que:
probablemente.
Quien fabrica los lápices,
fabrica también el sacapuntas.

Monarquía del Banquero,
(ya lo) Era del Ladrón.
Dinero, ego hecho carne.
Comed todos del otro.

Soledad sin soledad,
muerte sin muerte.
Tiempos sin arquetipo,
que son para algunos
apetito,
y son Hambre
sin más que hambre
para el Hombre.

Política,
la más refinada forma 
de conflicto.
Arte,
el alumno más despierto 
de la verdad.

Y el Cambio.
Pérdida del conservador,
alimento del revolucionario,
miedo para los que dudan,
esperanza para los que sueñan.
Eternidad para el poeta.

Pero qué temer en la Poesía
o en la extinción.

Sólo

Sólo la Belleza
es cambio
y a un tiempo
está quieta.

Pero recuerda que:
probablemente.
Cuánto más se piensa en el cielo,
más se está en el infierno.



martes, 16 de agosto de 2016

El palacio de la locura


Una noche que no recuerdo,
visité el palacio de la locura.
Y allí se quedó,
cosido a un espejo,
un reflejo de mi alma.

Una vez 
vi a Hamlet
brindar en su cráneo
a la salud de Ofelia.
Apuraba, divertido, 
toda duda
de una copa de certeza.

Una vez soñé el ayer
y vi todos los mañanas,
y pinté con el dedo 
en alguna gruta
a Dios en disfraz de serpiente,
tentado por Adán y Eva.

Una vez toqué el silencio
y escuché el eco de la nada,
y recordé el réquiem mudo que
desde siempre
canta la muerte enamorada.

Una vez me dijo la Luna
que el Sol muere por ella,
que es cada ocaso 
su lecho de amantes,
y nace y muere un guiño de estrella.

Una vez amé,
o el amor quiso amarme.

Me regaló una ausencia,
una llaga, 
una puerta.
Me recuerda
en cada espejo asombrado
de que allí quedó,
soñando,
un pedazo de mi alma.


martes, 9 de agosto de 2016

Árboles



Sombras apacibles,
callados compañeros de sueño,
rozando con sus dedos 
verde plata
el alféizar de las ventanas.
Me aprendí las estaciones
en el perfil de los árboles 
que habitan en mi plaza.

Antes 
que el verano queme sus hojas,
y les haga el otoño un traje de viaje,
antes que las robe el invierno celoso,
los árboles hinchan el pecho
y se estiran hasta tocarse,
y hacen de la primavera breve 
un enorme abrazo viviente.

Árbol soy,
que se sueña brisa
en la copa alta de la anochecida.

Ésta ventana da a la infancia.
Imaginando paseos alados 
sobre sus lomas,
y en su murmullo seco 
mareas lejanas,
y en sus sayos de corteza
troncos, brazos, ojos, bocas
de quien se soñó árbol,
renegando su raíz humana.

Como a mansos descarnados,
sentenciamos a plaza perpetua
a estos bastiones vegetales.
Diseñamos su espina dorsal
y el largo de sus cabellos.
Para sus lenguas inventamos desagües.
Respiramos con su sangre.

¿Por qué enturbiar también su noche
con la luz de nuestras farolas?

Que se apaguen.
Que se apaguen todas.
Dejemos a los árboles
soñar en paz con sus ancestros
y emborracharse de estrellas.